Todos los caminos conducen a la planificación patrimonial
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Hace algún tiempo vengo escribiendo y hablando sobre el blanqueo de capitales aprobado en Argentina a partir de un proyecto presentado por el gobierno de Javier Milei. No es novedad lo que opino al respecto: creo que no es el mejor momento para llevar adelante un blanqueo, que no están dadas las condiciones para eso, y que incluso aunque le sirva al gobierno para hacerse de algunos dólares para afrontar el delicado momento que atraviesa el país, en definitiva no cambiará mucho el fondo de la cuestión. Por supuesto, eso no significa que no sea una buena herramienta para algunas personas que quieran formalizar bienes o que necesiten utilizar en Argentina su dinero bien habido en el exterior. Las particularidades son eso: particularidades.
El problema, insisto, es principalmente el momento: ¿qué seguridad tienen los argentinos de que el país va a seguir por esta línea? ¿Que no volverán pronto los gobiernos populistas? ¿Que los impuestos finalmente se reducirán y que no se perseguirá a los pagadores de impuestos? Esta última no es una pregunta menor. ¿O acaso no se están aprovechando algunas armas ya conocidas, completamente inútiles pero hostiles, para presionar a la gente para que aproveche esta “última oportunidad” de transparentar sus capitales, como si se tratara de una oferta de Cyber Monday?
Me refiero, fundamentalmente, a dos armas: una es el fantasma del intercambio de información con los Estados Unidos, como si ese acuerdo, que demoró años y fue confirmado finalmente por Sergio Massa durante la presidencia de Alberto Fernández, fuera el cuco. Pero no lo es. Como mencioné en muchas entrevistas y columnas, como esta de Infobae, el intercambio cuenta solamente desde 2023 en adelante (no es retroactivo) y es sorteable (y 100% legal) a partir de una buena planificación patrimonial. ¿El fantasma del blanqueo? Afuera. Muchísimos países tienen vigente un IGA para implementar FATCA con Estados Unidos y la vida sigue. Estados Unidos es celoso de sus datos, los bancos son celosos de sus datos, y fundamentalmente, son cuidadosos con los datos personales, algo de lo que Argentina no puede hacer alarde.
El otro fantasma es la AFIP: ojo que si te encuentra te va a ir a buscar; ojo que si no blanqueás todo, te va a saltar lo demás. Buuu.
La AFIP, de paso, acaba de anunciar su propio blanqueo local, en este caso enfocado en inversiones inmobiliarias –como puede leerse en esta nota– para intentar alcanzar a inversores directos, desarrolladores, vehículos de inversión, y demás. Mientras tanto, los medios ya advirtieron que se están realizando operativos (como lo ha venido haciendo desde hace años la ARBA de Kicillof en la provincia de Buenos Aires) para relevar obras en construcción, barrios privados y demás inversiones, en busca de presionar para que este otro blanqueo también sea un éxito.
Ahora bien, ¿qué sería un éxito? ¿Recaudar cuánta plata? ¿Y después?
Esa pregunta —¿y después?— es la que me hace repetir hasta el cansancio que este blanqueo no es oportuno, ni siquiera como el que se hizo durante el gobierno de Mauricio Macri, que esperaba sostenerse en el poder durante al menos ocho años. El blanqueo no sirve en estos momentos porque hay una clave no resuelta en la Argentina, y que está lejos –además– de resolverse: sea el gobierno de Milei de centro, de derecha o liberal; tenga o no tenga mayorías parlamentarias; consiga o no el apoyo popular en las elecciones legislativas del año que viene; logre o no mantener las alianzas legislativas que le están permitiendo empezar a sacar leyes; viaje mucho o poco al exterior, por compromisos importantes o personales; veamos como veamos esta realidad; lo que hay de fondo es un país sin seguridad jurídica, con inestabilidad, con baja protección de datos personales y con impuestos todavía altos, a pesar de las promesas de campaña.
Yo confío en que este gobierno bajará, en algún momento, los tributos. Que habrá una reforma, si no buena, al menos que mejore algunas cosas. Pero ¿y la seguridad? ¿La tranquilidad de una familia?
Nadie saca la plata de su país y la aleja de su vida porque le resulte cómodo, por avaricia. Y el que lo hace es único, diferente, extraordinario. Un porcentaje menor. En general, sacamos la plata de los bancos, de las cajas de seguridad, del colchón, de los países por miedo. ¿Alguien puede decir que hoy se siente seguro en Argentina? ¿Qué está dispuesto a traer todo lo que tiene afuera, porque sabe que en el país ya no se lo van a tocar? ¿Que confía en poner su dinero en un banco, comprarse el auto que siempre quiso, vivir la vida que quiere vivir sin miedo, sin persecuciones?
Que levante la mano, porque yo no los veo.
Ojalá, claro, me equivoque. Ojalá la seguridad jurídica y la baja de impuestos sean, por fin, un hecho en el país en el que nací, me crié y me formé. Ojalá sea pronto, pero hoy no lo es: por eso se apela a los fantasmas para mostrar el blanqueo como la única alternativa. ¿Puede ayudar a alguien? Adelante. Pero para dormir tranquilos, por ahora (y, como digo muchas veces, lamentablemente), lo mejor es estructurar el patrimonio.