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La familia es lo primero
enero 31, 2025Seguro estaban esperando este correo. Seguro que al leer el título de este posteo entraron con devoción. ¿O me van a decir que no?
No voy a defraudarlos, pero sí debo advertirles que, para opiniones personales sobre el tema del momento, la aparente estafa a los inversores en $Libra, promocionada -o difundida- en Argentina por el presidente Javier Milei, pueden dirigirse a mi perfil personal en X.
Aclarado eso, quisiera profundizar en aspectos menos polémicos, pero igual de relevantes. O tal vez más.
Llevo años hablando de criptomonedas y otros activos digitales, no solo porque forman parte de nuestra realidad, sino porque están directamente relacionados con dos de mis especialidades: la estructuración patrimonial y la fiscalidad internacional.
Nos interese o no, los activos digitales son una realidad innegable. Tal vez no sean parte de nuestra vida diaria aún, pero sí lo serán para nuestros hijos y nietos. ¿Por qué es importante hablar de ellos? Porque más allá de $Libra hay algo que debemos tener en cuenta: los activos digitales se heredan y, en muchos casos, están sujetos a impuestos. Y desde ya que presentan desafíos desde el punto de vista de la privacidad (recuerden que el intercambio automático de información que hoy existe para bancos y demás entidades financieras, pronto comienza a regir también para exchanges) y pueden ser motivo de ataques por parte de terceros (acreedores, exparejas, etc.).
La herencia digital
Cuando uno piensa en la riqueza lo que surge instantáneamente es dinero en efectivo o en cuentas bancarias, inversiones, automóviles, propiedades, joyas, arte… Pero desde hace tiempo, los activos digitales han ganado protagonismo, y de hecho hubo casos populares de personalidades que al fallecer dejaron en una suerte de limbo millones de dólares en esa clase de activos.
En algunos lugares (USA, Suiza, España y Francia, entre otros) se debate hace años sobre la adaptación de las leyes a esto que llamamos herencia digital. Se trata de legislaciones provisorias, claro: nadie puede asegurar que esto no cambie de un momento a otro.
Esa falta de normas específicas, o al menos de normas institucionalizadas en la mayoría de los países, hace esencial pensar en cómo queremos que nuestros activos digitales pasen a otras manos.
Si nuestros activos forman parte de una billetera de cripto descentralizada a la que tenemos acceso con una clave privada, o si utilizamos dispositivos no conectados a internet (cold storage), lo que poseemos queda, como dije, en una suerte de limbo. Y eso, como expliqué otras veces, desafía la planificación patrimonial. Los herederos no podrán acudir a un juez para que mande a transferir y/o registrar estos activos a nombre del heredero, como sí podrían hacerlo con el dinero en una cuenta bancaria, un bien inmueble u otros activos tradicionales.
Todos los activos se heredan legalmente de la misma manera. Cuando la persona fallece, automáticamente pasan a sus sucesores. El principal problema de los activos digitales es la gran diferencia entre las distintas clases: para cada una es necesaria una solución específica.
Por eso, mi recomendación es planificar sobre su custodia. No será lo mismo si esta está a cargo del propio titular o de un exchange centralizado.
Por supuesto, siempre se puede compartir la contraseña con familiares y amigos, pero esto podría no ser legal en algunos países en los cuales los poderes (por caso: ceder la contraseña) otorgados en vida pierden validez cuando uno muere. Tampoco puede ser viable con los requisitos de doble o triple factor de autenticación, cada vez más comunes. Sin acceso, ¿quién podrá defendernos? Nadie. El bloqueo digital es el futuro de ese activo.
Entonces, ¿con qué herramientas contamos?
En principio, las más comunes son dos:
- Utilizar alguna de las herramientas de planificación patrimonial tradicionales como testamentos, sociedades y trusts (se contrata un fiduciario profesional para que administre bienes en favor de ciertos beneficiarios).
- Usar “smart contracts” o “contratos inteligentes”, que son líneas de código autoejecutables que funcionan con una estructura inalterable debido a que se despliegan en una red blockchain, asegurando su ejecución al verificar el cumplimiento de la condición.
Lo digo siempre, no hay certezas que abarquen todos los casos: hay que ver cada situación particular y tomar la mejor decisión. Una decisión específica para una persona o familia específica.
Impuestos y monedas digitales
Como hemos visto en estos días, las criptomonedas ya no son exclusivas de expertos. Aunque no todos accedan a ellas, todos hablan de ellas. Los que no saben, dicen que saben o quieren saber. Ahora bien, en cuanto a la cuestión impositiva hay, sobre todo, interrogantes comunes. ¿Las criptomonedas pagan impuestos? ¿Cuáles? ¿Se paga cuando se compran o cuando se venden? ¿Conviene cobrar en criptomonedas antes que en moneda corriente? ¿Es mejor tener criptomonedas en mi país o en otro país en el que haya menor presión fiscal?
Es interesante que las preguntas no tengan todas una respuesta clara ni única. Se trata de un fenómeno innovador cuyas zonas grises devienen de lo que es, quizá, su mayor virtud: el control descentralizado a través de cadenas de bloques o blockchain, que momentáneamente las deja fuera del ámbito de regulación de los bancos centrales y las entidades financieras y plantea desafíos a los gobiernos a la hora de ejercer el contralor fiscal.
Así, depende del país en el que se resida (fiscalmente) si los impuestos alcanzan o no a –por ejemplo– los pagos en monedas digitales. En Uruguay, por caso, están exentas del Impuesto al Patrimonio por tratarse de activos en el exterior, como sucede en la mayoría de los países de América Central, y parcialmente en Paraguay y Bolivia, donde se paga impuestos sólo por lo que se gana en el país. Tampoco las alcanza IRPF en Uruguay, ya que se trata de activos en el exterior que pagarían impuestos únicamente de pagar cupones o dividendos y no por incrementos patrimoniales.
¿Y Argentina? Las criptomonedas, como cualquier otro bien, se encuentran incluidas en el cálculo del Impuesto a los Bienes Personales. Habría que declararlas al final de cada año tributario.
Ganancias, en cambio, se paga en Argentina solo cuando se vende el activo: 15% para personas físicas y 35% para personas jurídicas.
El mundo va cambiando y adaptándose a esta realidad digital, por lo cual lo que hoy es un hecho (o un deseo), mañana puede ser otra cosa. Muchos países están asimilando o ya asimilaron considerar las monedas digitales como activos financieros, lo que implica para el fisco cobrar cuando se venden, por considerarlas ganancia de capital (capital gains, en Estados Unidos). Varios fueron hacia ese lado, detrás de USA: no gravar la compra ni la tenencia, sólo la venta y la tasa de ganancia. Otros planean gravar las ganancias aun antes de su realización, lo cual sería una locura.
Estamos, como dije otras veces, en una zona gris: las criptomonedas no llegaron al techo (y, creo, ni a las rodillas) de sus capacidades de desarrollo, y por esotodo lo que se defina hoy será momentáneo.