Mirando hacia adelante con (cierto) optimismo
diciembre 23, 2024La familia es lo primero
A comienzos de los años 90, “La familia Benvenuto” era uno de los programas más populares en Argentina. Se emitía los domingos al mediodía por Telefé y los enredos familiares terminaban con todos reunidos alrededor de la mesa, disfrutando de unas pastas generosamente servidas y un brindis al grito de: “¡Porque lo primero es la familia!”.
Hoy, vuelvo a recordar esa frase. Una expresión que, aunque no fue inventada por el programa, este logró viralizar–como diríamos ahora– y llevar a los hogares argentinos. Muchos ya pensábamos, y seguimos creyendo, que la familia está primero. Sin embargo, hay algo que no todos consideran: la familia no siempre es numerosa, no necesariamente se reúne todos los domingos, ni encaja en el estereotipo que cada uno de nosotros puede tener. De eso quiero hablarles hoy: de la familia.
Estoy acostumbrado a conocer familias. Todas las semanas, casi todos los días, tengo reuniones con personas que representan o pertenecen a una familia. Y nunca, jamás encuentro dos casos iguales. Ya sean abuelos, padres, parejas de mediana edad o jóvenes en representación de varios otros, no importa cuántos sean, su género, su edad o su procedencia. Cada reunión es distinta, pero en todas hay algo en común: detrás de cada historia, hay una familia.
Familia con preocupaciones. Con inquietudes. Con temores. Con necesidades.
Los más grandes, especialmente si son argentinos, cargan sobre sus espaldas crisis tras crisis: el Plan Bonex, el Corralito, devaluaciones, voracidad fiscal, inestabilidad política y económica, populismo. Su experiencia está marcada por demasiados motivos para necesitar tranquilidad. Y sobre eso trabajamos.
Los más jóvenes también sienten el peso de la inestabilidad política, pero suman otras preocupaciones: la falta de privacidad, la posibilidad de juicios imprevisibles en un contexto de inseguridad jurídica, y la amenaza constante de nuevos impuestos.
Luego están quienes llegan con inquietudes más específicas: una familia no convencional, un integrante que atraviesa una enfermedad o discapacidad, o situaciones complejas que requieren claridad y soluciones puntuales.
Dependiendo del país en el que vivan –o tengan sus bienes–, entran a jugar otros factores desestabilizantes: confiscación, devaluación, altos índices de criminalidad, y falta de privacidad. Hay preocupación tanto por el intercambio de información entre países en sí mismo como por el escaso cuidado que algunas jurisdicciones tienen por los datos confidenciales recibidos, los cuales mágicamente luego aparecen en los medios más importantes del país de que se trate. Ni hablar de la voracidad fiscal, un mal que aqueja a demasiados estados latinoamericanos.
Y a todo esto debemos sumar un nuevo temor que se ha desbloqueado estos últimos días: el miedo a las represalias que el presidente Trump pueda tomar contra países gobernados por mandatarios que no le son afines. Entre ellos, Colombia, México, Honduras, Bolivia y por supuesto Venezuela.
Pero en definitiva, hay familias, hay temores y hay riesgos.
Y también hay necesidades y hay contexto: organizar un retiro, estructurar una sucesión, asegurar el futuro de la empresa familiar, equilibrar activos en distintas jurisdicciones, prevenir crisis en países inestables o bajo regímenes autocráticos, anticipar subas impositivas, resolver problemas de liquidez, reducir la carga fiscal, o prevenir conflictos entre herederos y/o con socios o acreedores.
Estas necesidades, lo sé, pueden ser una o muchas al mismo tiempo. Son infinitas, como las familias que me consultan y que consultan al equipo de UNTITLED.
Por eso al recordar esa frase pensé en lo que hago todos los días, y en lo que realmente debería ser la planificación patrimonial: una actividad pensada para la familia.
Me parece fundamental que lo sepan. Me parece esencial que se entienda: si la planificación patrimonial no está centrada en la necesidad del núcleo familiar – y reitero: una familia también puede ser una sola persona–, entonces no sirve. No es más que un trámite legal, un ejercicio de copy-paste que no aporta valor real.
Si alguna vez van a reunirse con un especialista, y esa persona no les pregunta por las preocupaciones familiares, permítanse dudar. Permítanse, también, levantarse de la silla y buscar otras posibilidades.
Porque ya saben lo que está primero. Vayan hacia ese objetivo.