¿Qué debo saber sobre la planificación patrimonial?
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Me tomé unos días más para escribirles porque la situación regional ameritaba hacer una pausa, tomar aire –un aire espeso y amargo, producto de los acontecimientos– y pensar. Pensar en lo que está ocurriendo y en lo que va a ocurrir, que de alguna manera es predecible.
En un mundo globalizado, sabemos que las decisiones que se toman en un país pueden afectar al resto. También sabemos que, en este mismo planeta unido por la sobreinformación y las modas, el efecto dominó suele ser moneda corriente: cuando cae una ficha, caen otras; cuando se levantan, se levantan varias a la vez.
Hace unos días, Colombia eligió un nuevo presidente. Eligió al candidato que menos le convenía al país y a la región. A Gustavo Petro, un exguerrillero, autoritario, de izquierda, que cree estar predestinado para salvar a su país y que ya provoca temor en varios sectores clave de la economía colombiana.
Lamentablemente, ya sabemos lo que pasa con los líderes mesiánicos, ni hace falta nombrarlos; la lista de ejemplos en América es extensa. Ya sabemos lo que ocurre cuando el populismo acecha. Colombia es una pieza clave en la región, una pieza que por primera vez cayó en el abismo de la izquierda y, como pasó en Chile, ya hay rumores de aumentos de impuestos, de cambios en la tributación para afectar a los salarios más altos, a las familias de altos patrimonios, a las grandes empresas. Nada bueno para los amigos colombianos. Nada bueno para el resto del país y del mundo. Y desde ya que todo esto va a impactar en que menos tienen ya que –tal cual hemos explicado en reiteradas ocasiones– son los únicos pagadores de impuestos que no pueden transferir a otros el peso de los tributos.
Vimos, después de la asunción de Joe Biden en los Estados Unidos, cómo se debilitó el vínculo de la potencia norteamericana con el mundo, cómo se multiplicaron los efectos negativos sobre la economía del país y, en consecuencia, sobre el resto de las economías. Vemos hoy cómo los permanentes disturbios en Ecuador, que azotan la presidencia de Guillermo Lasso con “asambleas populares”, tienen en vilo al país y a sus vecinos. Observamos, y seguimos observando, cómo Chile va cayendo en su pendiente “progresista”. No es necesario volver a comentar lo que pasa en Argentina.
En un momento en el que abunda la falta de privacidad, el debilitamiento de la propiedad privada, la presión tributaria y la demonización de la riqueza, que un exguerrillero se elija como presidente es sumamente preocupante. Porque demuestra que para Colombia no es importante la corrupción, ni la violencia, ni el histórico flagelo de la guerrilla, ni el narcotráfico. Porque anticipa, además, la continuación de una ola, de un tsunami de orientación previsible y de consecuencias desconocidas.Colombia, además de un país importante en Latinoamérica, es el principal aliado de los Estados Unidos en la región, el país con más bases militares y con mejor relación histórica con Norteamérica, hasta el que más visitas presidenciales recibió en la era moderna. Con esos antecedentes, optó por subirse a la balsa en la que naufragan Cuba, Venezuela y Nicaragua, por debilitar el capitalismo y la libertad.
Es altamente probable que esta elección influya en las que se avecinan en Brasil, donde Lula puede vencer al oficialismo. Si bien la tendencia indica que en Argentina perdería en 2023 el populismo de izquierda, y en Uruguay se mantendría el oficialismo de Lacalle Pou, lo que ocurra este año será determinante. Hay que estar atentos.
También habrá que mirar con atención el calendario chileno, que indica que en septiembre se llevará a cabo el referéndum por la constitución. Habrá que mirar y preocuparse: como en el resto de LatAm, la suerte de los patrimonios, de las personas, de las empresas, de la libertad está en riesgo.
Esta realidad nos obliga, a quienes trabajamos en la estructuración de patrimonios, en la planificación de mudanzas internacionales y optimización tributaria, a estar más pendientes de las miles de personas que seguramente se trasladarán a Estados Unidos, España, Uruguay, Panamá, Portugal y otros destinos, en busca de seguridad jurídica (y seguridad en su conjunto), y además de los miles de empresarios que van a querer proteger sus empresas y sus patrimonios de expropiaciones y ataques. Más, incluso, de los que ya están acostumbrados.
Sepan disculpar este posteo pesimista: los resultados electorales de Colombia y lo que se viene en Brasil no es alentador. Aún con dos noticias positivas en las últimas semanas (la anunciada baja de impuestos en Andalucía tras el triunfo del PP, y la oposición de Hungría a llevar adelante el impuesto mínimo global a las ganancias) no alcanzan para matizar la desazón por lo que atraviesa la región.
Aunque, de todos modos, creo que lo que hoy es malo va a resultar en algo bueno en poco tiempo.
Hoy: a estructurarse bien; a proteger lo que tenemos.Mañana: a seguir adelante con la batalla cultural para que el liberalismo gane cada vez más espacio en los medios, en las redes, en los parlamentos y, sobre todo, en los hogares. Sólo así tendremos un futuro acorde al que nos merecemos. Ya no para nosotros, sino para las generaciones que vienen. Sigamos adelante, porque el futuro es –o debería ser– liberal.