Todos los caminos conducen a la planificación patrimonial
No soy analista de política internacional ni pretendo serlo. Aunque lo saben, vengo acá a reconocerlo formalmente: no soy analista de política internacional. Pero me gusta la política. Me interesa la política internacional. Trato de estar informado, lo necesito por mi trabajo. Por eso siempre veo qué pasa en el mundo: la estructuración patrimonial precisa conocer en qué andan los países, qué leyes se sancionan, qué impuestos se quitan o se suman, qué cambios fiscales se avecinan, qué inconvenientes políticos, económicos y sociales están a la vuelta de la esquina, qué puede suceder no solo en lo inmediato, sino en el mediano o largo plazo. Las tendencias, en este campo, son generalmente mucho más importantes que las noticias. Y saber leerlas nos permite adelantarnos y planificar mejor.
Así que aquí estoy, constantemente atento a lo que sucede. Esto me lleva a una conclusión inevitable que ya anticipé en el título: todos los caminos conducen a la planificación patrimonial.
No me da satisfacción decirlo. Sueño con el día que nadie necesite, al menos no por motivos políticos o ideológicos, estructurar sus bienes. Prometo, ese día, dedicarme a otra cosa. No tengo problema alguno. Pero me la hacen complicadísima.
Todos los caminos conducen a la planificación patrimonial porque todos los caminos parecen conducir a impuestos más altos, a mayor cartelización fiscal, a mucha menor privacidad y a mayor inestabilidad política, particularmente en nuestra querida Latinoamérica. De esto quiero hablarles hoy en este texto.
El mapa político
Veamos un poco dónde estamos parados. Dónde están parados ustedes, quienes me leen del otro lado. ¿Viven en Argentina? Gobierna Milei, que volvió a prometer reducir la presión impositiva (y confío en que lo hará), en un país que lo tiene preso, o al menos obligado a negociar (o directamente, ceder) en el Congreso, porque no está ni cerca de tener mayoría parlamentaria. ¿Qué posibilidades tiene un gobierno de hacer todo lo que desea, lo que prometió, si no cuenta con las herramientas legislativas para hacerlo? Se vio en sus primeros seis meses como presidente: pudo sacar una sola ley, y con muchísimos cambios. Tuvo que negociar, lo cual no está mal en una democracia. También tuvo que ceder. Y mucho. El año que viene habrá elecciones legislativas. Como siempre, todo dependerá de cómo esté la situación económica, hoy en recesión, con Cepo, con el riesgo país y la brecha que no parece estar del todo bajo control y con una inflación que, aunque ha bajado significativamente y muestra una tendencia clara hacia la baja, acumula 80% en 2024.
Veamos, también, Uruguay. El gobierno de Lacalle Pou podrá haber sido muy bueno, bueno o regular, pero -aunque finalmente nunca cumplió con aquello de bajar impuestos- definitivamente no fue de izquierda. Y no lo será en sus últimos meses de gobierno. Pero ahora, en las elecciones internas para presidente que se celebraron hace algunas semanas, el Frente Amplio fue el espacio más votado. ¿Volverá a ganar la izquierda? No se sabe, pero es una posibilidad bastante concreta. Se prevé una elección general de octubre con victoria del Frente, y un balotaje en noviembre parejo entre su candidato (Yamandú Orsi, delfín de Pepe Mujica) y la coalición que tendrá candidato del Partido Nacional (Álvaro Delgado, ex secretario de gobierno de Lacalle Pou). Nada está dicho, pero si gana el Frente, ¿qué posibilidades hay de que no vuelva la idea de incorporar o subir tasas para “redistribuir” entre la gente?
¿Viajamos a Brasil? Lula Da Silva tiene presidencia para rato. ¿Qué está haciendo por estos días? Implementando la pésima reforma tributaria que desafortunadamente logró aprobar en 2023 y que tanto complica a los brasileros que tienen ahorros en el exterior y aumentando el IVA hasta el 26.5% (lo cual ha llevado al país a tener el “IVA mais grande do mundo”). ¿Cruzamos a Chile? Sigue la izquierda al mando del impresentable de Gabriel Boric. También gobierna (o desgobierna) la izquierda en Bolivia, Perú, Colombia y, claro, Venezuela, donde prometen elecciones transparentes, de esas elecciones en las que siempre gana el mismo…
En el país más grande de Centroamérica, la cosa no está mejor. Los comicios los ganó Claudia Sheinbaum, quien se define como humanista, feminista, demócrata y de izquierda. Ya viene negociando con López Obrador medidas para repartir dinero en forma de asistencialismo, como si saliera de las nubes, como si fuera lluvia, como si realmente existieran las cosas gratis.
Con este panorama, Argentina, Paraguay y unos pocos países de Centroamérica (destaco aquí especialmente el triunfo de José Raúl Mulino en Panamá) son los únicos que se mantienen del centro hacia la derecha. Pero ya sabemos cómo es este lado del mundo: la estabilidad –como los dólares– no es algo que abunde.
Sin embargo, no es bueno mirarse el ombligo, así que vamos a salir de nosotros. Veamos, también, qué pasa en el primer mundo, o lo que se supone es el primer mundo. Spoiler: no, Europa tampoco es la panacea. Los vaivenes electorales que se dieron en Francia y Gran Bretaña son un botón de muestra. En el primer caso terminó ganando la izquierda (aún está por verse cómo será el gobierno, cómo se formará la coalición y quiénes la integrarán) y en el segundo el laborismo, pero, aunque fue celebrado como una gran victoria, a nivel votos tampoco fue arrolladora. ¿Qué puede pasar en las próximas elecciones? Cualquier cosa. ¿Y en las siguientes? Cualquier cosa. Y así sucesivamente. Lo que sí es claro es que tanto en el Reino Unido como en Francia se vienen subas de impuestos. En el caso del Reino Unido, por vía de cambios en el famoso régimen “Non-Dom” y eventualmente en el impuesto a las ganancias de capital. En el caso de Francia, no lo sabemos aún.
España es un párrafo aparte porque el gobierno de Pedro Sánchez lleva años haciendo absolutamente todo mal: culpando a los que generan trabajo de todos los males, sumando tributos para los ricos y generando pobreza. Como digo siempre: hay impuestos que desincentivan la inversión, la generación de trabajo, y provocan más pobres de los que permiten ayudar en una supuesta –falsa– redistribución. El gobierno de Sánchez es un caso. Y no sorprende: es un gobierno socialista y orgulloso de serlo.
Ahora bien, tampoco nos quedemos en Europa. Volvamos a cruzar de este lado, acá, donde estoy yo. En Estados Unidos, además de la discusión política entre Biden y Trump, entre demócratas y republicanos, está la violencia: Trump acaba de zafar de un intento de asesinato. ¿Qué país puede mantenerse estable en este tipo de crisis? ¿Qué mercado puede no crujir ante el intento de magnicidio de un candidato presidencial, sobre todo cuando el otro no está en condiciones médicas de continuar ejerciendo la primera magistratura?
Lo vengo repitiendo desde hace añares: la inestabilidad política deviene en inseguridad jurídica. Cuando los gobiernos razonables, que se abstiene de avanzar sobre las libertades individuales y los patrimonios de las personas, no logran mantenerse en el tiempo, no hay seguridad posible para empresas, inversiones extranjeras ni locales, ni siquiera para la moneda misma. Personas y empresas necesitamos reglas claras.
Entonces, amigos, la opción es cuidarse. Proteger lo que tenemos. Y lo que tenemos se protege, en países como los nuestros, con estructuración patrimonial. ¿Una sociedad extranjera puede servir? ¿Un trust? ¿Seguros, acaso? ¿Un testamento? ¿Fondos de inversión familiares? ¿La mudanza internacional? Todo eso sirve. Pero todo depende de cada caso. Lo importante –y disculpen si esto suena a Diego Torres– es saber que se puede y querer que se pueda.
Lamentablemente, y tal cual señalamos más arriba, para quienes vivimos o tenemos familia en Latinoamérica, todos los caminos conducen hacia un destino: la planificación patrimonial.